1 de mayo. Día Internacional de los y las Trabajadoras 2020. Un día para reconocer y reivindicar aquellos sectores fundamentales y esenciales invisibilizados en un contexto de crisis

Comprender el escenario en virtud del cual nacen los cambios históricamente trascendentes, obliga a detener un segundo la marcha y observar que aquello que hoy nos parece evidente e indiscutible –jornada de 8 horas laborales, prohibición del trabajo infantil, vacaciones anuales remuneradas-, en otra época era considerado utópico, exagerado o improcedente. La conmemoración del Día Internacional de los trabajadores y las trabajadoras, constituye una de esas instancias necesarias de reflexión que año a año traslada la mirada hacia aquello que fue y lo que actualmente es.

El Día internacional de los y las trabajadoras se celebra en muchos países en homenaje a aquellos que lucharon por una vida digna para todos los trabajadores y las trabajadoras. Tiene su origen en 1886 en los albores de la Revolución Industrial en Estados Unidos. En aquellos años, el único límite que existía era el de no hacer trabajar a una persona más de 18 horas sin causa justificada y la consecuencia era una multa de 25 dólares. En Chicago, el sindicato mayoritario inició una huelga a partir del 1 de mayo de 1886, donde los enfrentamientos entre la policía y los trabajadores fueron especialmente duros y sangrientos. Tras días de huelga, el 4 de mayo se convocó una concentración con una tensión creciente en la hubo muchos detenidos, de los cuáles cinco de ellos fueron condenados a la horca: tres periodistas, un tipógrafo y un carpintero. Se les conoce como “los mártires de Chicago”. A partir de entonces se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general que es celebrada en mayor o menor medida en todo el mundo.

En los últimos años, el derecho al trabajo y los derechos a él vinculados han sufrido una degradación sustancial y acelerada. Desde la salida de la crisis económica del 2008, la destrucción del tipo de empleo indefinido, a tiempo completo, con plena cobertura de la seguridad social y con salarios capaces de desvincular al trabajador de la pobreza se ha revertido a otro modelo basado en la precariedad e impuesto y aceptado bajo la presión insoportable del desempleo. 

Hoy más que nunca, en mitad de la crisis mundial en la que nos encontramos, esta degradación se visibiliza a gran escala con trabajadores y trabajadoras que de la noche a la mañana se han quedado sin trabajo y sin derecho a acceder a una prestación digna con la que poder sobrevivir en tiempos de crisis. Es necesario repensar y reconstruir el modelo de trabajo si queremos alcanzar sociedades socialmente justas, alejadas de la desigualdad.